Fotografìas: Mara Rabinara
“Un libro no es, en modo alguno, moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos. Esto es todo”. Para el escritor Oscar Wilde: “La vida moral del hombre forma parte del tema para el artista; pero la moralidad del arte consiste en el uso perfecto de un medio imperfecto. Ningún artista desea probar nada.”
Bajo esa perspectiva, con su novela “Días de juerga” Jorge Irribarren, inyecta un aporte fresco y vital en la literatura peruana, no solo porque es un retrato vivo de la Lima posmoderna –de cierta Lima, dirían algunos– sino porque va a contracorriente de aquellos recetarios que sostienen que el arte “tiene la obligación” de construir una sociedad más justa, o tiene “el deber” de…
Con valentía, a sabiendas de que podría ganarse el rechazo de los puristas, Irribarren ha logrado un caleidoscopio donde, por momentos, la realidad parece superar a la ficción, pero evidenciando que ningún tipo de arte está obligado a ser un catálogo de recomendaciones sobre lo que debería ser la existencia. La vida simplemente discurre, como el tiempo.
En “Días de juerga” los personajes están buscando (o se están encontrando con) obstinadamentealgo: placer desmedido, felicidad instantánea, emoción al paso. Viven a cien por hora. Sin autocensura, sin pensar en las consecuencias. La protagonista, Andrea Vizconti –una joven perteneciente a una conservadora y acomodada familia limeña, residente de una casona del Olivar de San Isidro–, a los veinte años decide ir a estudiar a Madrid, ciudad donde la diversión es parte de la cotidianeidad.
Luego, ciudades como Ibiza y Amsterdam –donde la juerga puede no tener fin–, la harán madurar con una intensidad inusual, moldeando su personalidad de una manera peculiarmente inesperada. Lima, su ciudad natal, así como sus amigos de infancia y adolescencia, siempre estarán allí, como si ella nunca se hubiese ido, y la juerga será una constante también a su regreso.
El otro protagonista, PieroGiannoli –quizá su más entrañable amigo–, pareciera ser que, por coincidencia o quizá a propósito, desde que ella deja Lima comienza a experimentar una vida de desaciertos aparentemente sin final.
Ambos personajes tienen vidas paralelas que se juntan y alejan mientras los tiempos se mezclan entre recuerdos y remembranzas de las décadas de los ochenta y noventa,permitiendo al lector, conjuntamente con los personajes, interactuar en lugares y con personas reales, analizar situaciones,discutir juicios de valor, hacer crítica social, así como experimentar costumbrismos que son parte del transcurrir de sus vidas en una Lima intensa, extrema, a veces decadente, a veces luminosa .
Al igual que el “bonus track”, otras sorpresas que vienen como en esta “opera prima” de Jorge Irribarren son: compartir bellas canciones(incluye soundtrack), revivir los inicios de la música electrónica, recordar grandes DJ´s, conversar con los personajes sobre sus problemas, frustraciones y alegrías, divertirse tanto en bares como en exclusivas fiestas y discotecas entre Lima, Madrid, Máncora, Ibiza y Amsterdam, así como experimentar el vértigo –muchas veces prohibido- de los tragos, las drogas, el sexo(narrado de manera explícita), la juerga desenfrenada, el amor y el desamor…
Tal como sucede en las obras cumbres de la novelística peruana, tales como “La ciudad y los perros” de Vargas Llosa, “Los ríos profundos” de José M. Arguedas o “El mundo es ancho y ajeno” de Ciro Alegría, en “Días de juerga” los personajes pretenden trascender más allá de su entorno cotidiano, ir más allá de lo establecido, romper límites, superar la resaca, subvertir el orden establecido para luego intentar retornar hacia el equilibrio. Irribarren ha logrado crear y recrear un Perú donde los personajes, cada cual a su manera, viven su propio drama.
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