Texto: Nivardo Córdova Salinas (nivardo.cordova@gmail.com)
Fotos: Alfredo Allaín Santisteban y Guillermo Fowks
Chiclayo y los chiclayanos no son sólo una viva estampa de color y de formas, presente como tema recurrente en la obra del artista plástico Oscar Allaín. Chiclayo también es parte de su experiencia vital del creador.
Chiclayo y el artista plástico Oscar Allaín Cottera son un binomio inseparable como las dos caras de una moneda. A esta ciudad lo unen muchas experiencias y recuerdos, de amigos y compadres, jaranas de guitara y cajón, conversaciones con pescadores de San José y mujeres floristas de Monsefú, que el pintor ha inmortalizado en muchas pinturas.
Allaín –a quien visitamos en su taller limeño del jirón Succha, en Breña- recuerda que residió en la ciudad de Lambayeque durante su adolescencia, debido a que su padre fue militar que estuvo destacado en esa ciudad por varios años.
Estos son los años de la educación sentimental del artista y de sus primeros bocetos y dibujos. “Fue en Lambayeque donde descubrí mi vocación artística. Mi padre era un peruano muy sensible a la cultura, pero obviamente había siempre en los mayores una mirada de incertidumbre respecto a la vida del artista, pues se pensaba que el arte te llevaba a una vida bohemia. Pero mi padre, al enterarse de que yo quería ser pintor, me apoyó para seguir la carrera de bellas artes”, afirma.
CHICLAYO DE MIS AMORES
Años después el pintor regresaría al norte. De acuerdo con lo que afirma Allaín, su vinculación emocional e intensa con Chiclayo se inicia al conocer a su fallecida esposa Yolanda Santisteban Vásquez, dama chiclayana de finísima voz para la música criolla, madre abnegada y compañera fiel del artista.
Al hablar de ella la nostalgia ilumina su rostro, y a cada frase evocadora le sigue un minuto de silencio. Doña Yolanda falleció hace unos años en Lima, dejando un vacío infinito en su vida, y que lo obliga más a refugiarse en el único espacio que no le resulta solitario: su atelier de artista en Breña.
Confiesa que fue su esposa, chiclayana de nacimiento y cantante, quien lo unió más con la ciudad norteña, donde sembró la amistad de artistas como el centenario escritor Nicanor de la Fuente Sifuentes "Nixa", así como los poetas Ricardo Rivas Martino, Alfredo José Delgado Bravo, Max Dextre y Alfonso Tello Marchena.
Hay un hecho muy importante. En Chiclayo nació, vivió, trabajó y falleció uno de los hijos del pintor: el famoso y recordado mimo Yulo Allaín. "Mi hijito querido, era un artista grande, y también pintaba muy a su manera cosas preciosas". Iguales palabras de padre orgulloso tiene para con sus otros hijos, el fotógrafo y periodista Alfredo Allaín y el cajoneador César, quien también realiza incursiones en la poesía. Otra de sus anécdotas chiclayanas es que alguna vez trabajó en Radio Delcar como locutor. “Pero esa es otra historia…”, afirma.
CON NIXA Y ALFREDO JOSÉ DELGADO
“La poesía de Nixa siempre me pareció una verdadera pintura con palabras, por su ritmo, colorido y metáfora. ¡Y qué manera de retratar a Chiclayo! La lectura de su poemario ´Las barajas y los dados del alba´ marcó un capítulo importante en mi búsqueda artística”, señala. Allaín recuerda mucho a Delgado Bravo, quien generosamente escribió muchas veces los comentarios críticos en los catálogos de las exposiciones.
Uno de los cuadros de Allaín se llama “El despenador”, un personaje que antaño existió en el norte, generalmente un cholo recio y caritativo, de buenas costumbres y querido por su comunidad, que cumplía el trabajo de “ayudar” a morir en paz a las personas que agonizaban con enfermedades terminales y dolorosas.
“Alfredo José me comentó una anécdota sobre un despenador. Una vez fue a cumplir un encargo de un paciente moribundo. Al parecer, la torción de cuello esta vez no resultó efectiva, o simplemente no era su hora de morir, pero el moribundo empezó a mejorar y se recuperó del todo. Años después a él le tocó ayudar al despenador a pasar a mejor vida…”, recuerda.
En todo caso, la noticia del fallecimiento del poeta Alfredo José Delgado lo sobrecogió. “Era un gran intelectual del Perú, universal sin dejar de ser regional”, dice
CHICLAYO COMO “LEITMOTIV”
Pero el sabor popular de los chiclayanos modestos, los pescadores artesanales, los agricultores, los cargadores del Mercado Moshoqueque, las vendedoras de pescado del Mercado Modelo, los cantores de “La esquina del movimiento”, las picanterías de Monsefú, todos ellos han sido retratados en sus cuadros de sabor peruanista. Y por qué no decirlo: de sabor chiclayanista.
Al igual que José Sabogal, el fundador de la corriente pictórica denominada como “indigenismo”, fue el primer pintor en retratar “a los peruanos y al Perú”, se puede afirmar que con Oscar Allaín, el paisaje natural, humano y cultural de Chiclayo y el norte adquieren la categoría de un “leitmotiv”, de tema e inspiración creadora. Para no ser injustos ni excluyentes, vale señalar que el artista ha incorporado a su imaginario pictórico el paisaje costumbrista de Piura, Sullana, Catacaos, Paita, Yacila, La Legua, Chulucanas, Pimentel, Olmos, Santa Rosa, San José, Ferreñafe, Eten, Reque. Y la lista continúa…
CON LUIS ABELARDO NÚÑEZ EN FERREÑAFE
En el campo de la poesía popular y la música tradicional costeña, Allaín no puede ocultar una tristeza y nostalgia al evocar a su compadre y amigo, el compositor criollo y poeta Luis Abelardo Takahasi Núñez, quien falleció en 2006 en Japón y fue sepultado en Ferreñafe, tierra natal del autor de hermosos valses peruanos "Ansías", “Con locura”, “Engañada”, “Cuando habló el corazón”, “Mal paso”; la marinera “Sacachispas” y aquel “himno” de golpe tierra titulado “¡Que viva Chiclayo!”.
"Con él hemos sido como hermanos. Era un verdadero poeta, sus finas letras y emotivas melodías son universales. Con él cantábamos juntos, él tocaba excelentemente la guitarra y me enseñaba siempre sus composiciones", recordó. Como recuerdo de esa amistad, Allaín nos muestra un raro ejemplar de un libro de anécdotas ferreñafanas, escrito y editado por el bardo criollo en Japón.
Luis Abelardo obliga a un vals. Y como en el taller de Allaín no falta ni guitarra ni cajón, la jarana se arma apenas llega el experimentado guitarrista Cesar Calderón, vestido con saco celeste y pelo engominado, y cuyos acordes resuenan en el alma. Allaín, que solía cantar siempre con Luis Abelardo y el pintor Ángel Chávez, esta vez hincha el pecho para cantar el triste “El puente”, considerado como el uno de los más hermosos del cancionero nacional: “Al otro lado del puente / un nuevo cielo me espera/ yo voy a cruzar el puente / aunque al cruzarlo yo muera. / Y si yo logro cruzarlo / será mi mayor consuelo / la muerte no será muerte / no hay muerte bajo ese cielo (…) Allí las aves son libres / anidan en los laureles / hay rosales sin espinas / y los árboles no mueren / los ríos no tienen dueño / ni las montañas tampoco / todos aplacan su sed / bebiendo en la misma fuente. / ¡Dígame, si no hay razón! / ¡Para que yo cruce el puente!”.
CON LOS PINTORES
Allaín es un convencido de que el Perú tiene una gran tradición estética y artistas de proyección universal. Recuerda a la desaparecida pintora nacional Tilsa Tsuchiya, "con quien salíamos al campo a pintar al aire libre". Además exalta el trabajo de pintores como Juan Manuel Ugarte Eléspuru, Sabino Springett, Sérvulo Gutiérrez y Víctor Humareda. En Chiclayo destaca la obra de Barturén.
Con el pintor iqueño Sérvulo Gutiérrez -quien llegó a representar al Perú en un Panamericano de boxeo- comenta que lo unía una gran amistad, no sólo en la bohemia artística sino en el deporte de los puños. "Él estuvo muy cerca de mí cuando yo tuve un paso fugaz por el boxeo, esas cosas de muchachos. En un cotejo donde yo pelaba con un contrincante mejor que yo, le pedí que aviente la toalla. Pero cuando sonó el gong, me aventó a mí…", dice riendo.
Y sobre el pintor Víctor Humareda, artista puneño que se refugió a vivir en un hotel en La Parada, donde realizó su extraordinaria obra pictórica, recordó que fue su gran amigo. "Fui una de las personas más cercanas a él. Lo siento así y puedo respaldar esa afirmación. Humareda era un pintor muy excéntrico, pero un artista extraordinario", dijo. Recuerda que vivieron juntos y pintaban juntos. "Lo conocí en algunas exposiciones colectivas que realizábamos, y luego él me orientó y aconsejó cuando rendí mi examen de ingreso a la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde me decía sácale un brillo por aquí, dale más luz acá… Era un artista excepcional", sostuvo
Pero si hay un pintor peruano por el que siente especial cercanía es el trujillano Ángel Chávez. “Es como un hermano para mí, y creo que es el pintor peruano más grande de todos los tiempos”.
Allaín sigue pintando, como un obrero intelectual, con predilección por los temas peruanos, la marinera, las jaranas criollas, escenas de pesca, paisajes urbanos y campestres, así como también temas sociales y cotidianos. Además escribe poemas en libretas, textos que todavía están inéditos. Su estilo mantiene su esencia, pero ha logrado un lenguaje personal, donde predomina el color explosivo y la estilización de las figuras humanas.
Entre los recuerdos y la vida presente, el artista permanece como un roble.
Que buen articulo el que ha publicado, si es de su autoria lo felicito por impulsar a los artistas Peruanos. Yo tengo una web de arte " www.arte.hi.pe " que busca difundir en arte peruano. y estoy buscando algún escritor o artista que me ayude a en la redacción de articulos. Saludos.
ResponderEliminarlo felicito Nivardo Vasni Córdova Salinas ...buen articulo...tengo recuerdos de infancia en una visita a trujillo en un hotel céntrico con mi padre Nicolás Guerrero, fallecido pintor autodidacta, quien admiraba a don oscar allain ...de los cuales aprendió tecnicas al oleo al mirarlo como pintaba por la avenida Balta de Chiclayo... me gustaría ubicarle y visitarlo si sabe como se lo agradecería
ResponderEliminaryvanpaul@gmail.com
Yvan Guerrero
saludos