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jueves, 9 de enero de 2014

Renato: un poeta en la blogósfera

Por Nivardo Córdova Salinas
nivardo.cordova@gmail.com

Reacio a publicar un libro en papel, desde su blog, “Errante como la vida de un perro callejero”, el escritor Renato Rodríguez lanza sus poemas al ciberespacio. Esta es una crónica intimista sobre él y sobre la inspiradora de sus versos y de su aventura lírica: su fallecida madre (pero eterna en la mente y el corazón), la excelentísima dama trujillana María Felízcar García García, “Mamá Maruja”.

La señora María Felízcar García García, “Mamá Maruja”,
madre del poeta Renato Rodríguez García
e inspiradora de su vida y de su literatura.

Parafraseando a Bertold Brecht, podemos decir que: “Hay poetas que escriben un poema, y son buenos. Otros escriben un libro, y son mejores. Pero hay quienes escriben toda la vida sin pedir nada a cambio: estos son los imprescindibles”.
De esta laya es el poeta, trujillano de corazón, Renato Rodríguez García (Cusco, 29 de mayo de 1970),  escritor, lector, melómano, observador oculto, cinéfilo, amante de la naturaleza, artista que se autodefine “obsesionado con el instinto de los animales y con la caballerosidad de las bestias, respetuoso, ciertamente galante”. ¿Algo más? Internauta, marinero en tierra y filósofo urbano, que viene realizando una obra literaria silenciosa (pero no silente), sin malabarismos ni efectismos, sin mucha finta pero con pasión y hondura. Con melancolía y alegría. Con honestidad, “claro y sencillo”, como soñaba Eguren.

CELESTE CIBERESPACIO
Reacio a querer ocupar primeros lugares en concursos amañados, renuente a publicar sus poemas en libros o a estampar su firma en letras de molde. Rodríguez se ha dedicado con ahínco a construir su propio edificio de palabras. Pero de barro sólido, como las huacas. Enemigo de la infamia, de los elogios fáciles (quizás me expongo a una llamada de atención por violar su apacible calma lírica); amigo incuestionable de la lectura y de la buena conversación.
Como buen juicioso jovenzuelo, Rodríguez sabe que “el silencio no es tiempo perdido” –como dice el poeta Gustavo Cerati-, pero la tecnología lo cautiva y ha encontrado en el ciberespacio una página en blanco por escribir con poemas y canciones; que exaltan la naturaleza y los instintos milenarios de los animales, retratados una y mil veces en imágenes robadas raudamente de la belleza inmaculada y celestial de bellas y cautivantes bestias. Y es a través de un blog, especie de bitácora virtual que surca los mares invisibles, donde el señor Renato Rodríguez García publica desde 2009 sus escritos en el más absoluto anonimato (pues firma con el seudónimo de Perro Callejero), en el blog http://prepago-dog.blogspot.com/
Para convencer a Renato Rodríguez de revelar su identidad “con la finalidad de que sus lectores lo conozcan, para contribuir con el Plan Lector y para solaz esparcimiento de la juventud estudiosa del Perú”- es que he tenido que hacer una serie de estrategias. Fracasé en el intento: “promoción, no te preocupes, en silencio estoy bien. Además, nuestra conversación no sirve para nada”, me llegó a decir en un tono que ya superaba varios decibelios.
Pero me quedaba un as bajo la manga: nuestra sólida amistad desde la época de la infancia, en que asistíamos en las aulas celestes del Colegio Claretiano de Trujillo, en la década del ochenta, mucho antes de que la ciudad se transforme lamentablemente en “la ciudad de la eterna balacera”. Las vivencias y anécdotas de la promoción XXVII Hno. Juan Diego Piriz Macías CMF, egresada en 1986, aún persisten en el recuerdo.

El escritor Renato Rodríguez García publica desde 2009 sus escritos
en el más absoluto anonimato (pues firma con el seudónimo de
Perro Callejero), en el blog 
http://prepago-dog.blogspot.com/

En efecto. Yo aterricé en Trujillo, junto con mi familia, después de haber estudiado la primaria en la Escuela Fiscal N° 89521 de Consuzo, en las punas de Áncash. Llegué desconcertado al colegio trujillano en 1980, donde conocí a buenos amigos como Nando Vigo, Antonio Tay, Nicolás Garay, Mario Flores, Erick Murphy, José Chávez Linares, César Gálvez Wilson, Mario Lazarte Echegaray, Juani Gálvez Arana(+), Alberto José Goicochea Larco (+), Juan Carlos Abadíe Llaque, Juan Carlos Gayoso, Alfredo Ferrer, Mario Flores Alcántara, Edwin Jara, Max Pesantes Stein, Marco Antonio Benavides y Carlos Cabanillas Elías, quien andaba escuchando radios de onda corta para luego mostrarnos entusiasmado las novedades de sus audiciones secretas. También aprendimos a respetar y estimar a maestros como Pacho Vásquez Pita, Santiago Rodríguez o el Prof. Campero, a asistir a misa en la capilla y confesarnos con el padre Ángel Garrido o con el padre Bilbao. ¿Trujillo era otro o era el mismo de hoy? … Pregunta para el análisis.
Renato llegó en 1983, trasladado del colegio San Ignacio de Loyola, regentado por los Jesuitas, de histórica pasión por la educación, con su peluca crecida y su nostalgia infinita e imperecedera, junto con su hermano Renzo, otro gran amigo de la época, quien siempre al verme llegar de visita a su casa, sacaba una guitarra y me decía: "A ver, canta una canción".
Para convencerlo, le dije: “Renato, ¿te acuerdas cuando leíamos los recreos, a Vallejo, Julio R. Ribeyro y Cortázar, y cantábamos canciones de protesta en la Plaza Mayor o en los parques de Covirt y California, cuando el paisaje urbano estaba dominado por chacras y acequias hoy en extinción?
Parece que toqué fibras de nostalgia y Renato accedió a la entrevista, con una única condición: “Maestro, no hables de mí ni de mi poesía, porque la poesía es inútil; habla tan solo de mi madre, la inspiradora de mi vida y de mis versos”. ¡Por supuesto!, exclamé desde el chat. Y Renato desapareció de la pantalla como llevado por un huracán eléctrico.

EL RECUERDO DE MAMÁ MARUJA
¡Cómo olvidar jamás a la madre de Renato! La señora María Felízcar García García –Maruja, para sus amigos y parientes, excelentísima dama trujillana, con alma de poeta y artista. (“¡No pongas excelentísima, sino “maravillosa” por favor!"). Su esposo, el ingeniero Mamerto Rodríguez Ramos, nacido en Ayacucho, reconocido profesional, probo y columnista de diarios y revistas; ("suele decir Ayacucho para que no lo fastidien mucho”). Todavía la recuerda y la ama en el amanecer de sus obras egregias.
Pero ¿cómo no amar a quien era (y es en el cielo) la encarnación de la alegría y la poesía, de la tolerancia y el respeto a los jóvenes?
“Mi madre nació en Trujillo, un 22 de Junio de algún año y falleció el día de todos los santos. Escogió un día especial para irse, el 1 de Noviembre de 1999; no cruzó el siglo nuevo, quizás no hubiera soportado cómo se transformó la ciudad”. Y anota: “Papá y mamá se amaron intensamente. Era una balanza ese amor; imagínate, un ayacuchano con una trujillana. Mi viejo la quería como a una joya, la idolatraba y la amaba, y ella lo hacía reír hasta que la noche cubría sus rostros. ¡Qué amor el que se prodigaban! Ella siempre me decía ´Rena´, nos acostábamos durante horas en su cama a conversar mucho. Y nos reíamos demasiado”, recuerda el poeta.
Una de las peripecias de Renato y su madre, era abordar un ómnibus de la ruta California-La Esperanza. “Nos íbamos hasta el paradero que en ese tiempo quedaba en lo que ahora es Wichanzao, en el camino nos hacíamos compañía, y cuando podíamos nos comíamos un cebichito, en esos tiempos en que el tiempo era seguro y la compañía indisciplinada”.
En lo personal, tengo una anécdota especial (aunque algunos discrepen). Sucedió luego de la actuación por un Día de la Madre. A la salida, Renato, de 15 años, y doña Maruja –con su rosa en la mano– salieron del plantel. Al llegar al kiosko, compraron cigarrillos y la señora, en un gesto que demostraba a los seres diferentes  y de comprensión con su hijo, sacó una caja de fósforos y le encendió el cigarrillo a “Rena”. Ella prendió el suyo, resplandeció en sus rostros la complicidad de la inmadurez, y se fueron caminando… Yo me dije a mí mismo: “¡Es una madre de ideas muy modernas!”.
Le comenté esta anécdota a mi mamá Grimaneza, y muy preocupada me dijo: "Ay hijo, ahora los jóvenes son muy agrandados, usan el pelo largo, escuchan música rara, no sé que está pasando...".
“Tal como tu recuerdas, a edad temprana fumábamos juntos, ella tenía esa voz aguda y una risa contagiante, siempre conversaba de sus seres queridos, tenía una memoria prodigiosa y en esas tardes trujillanas, me narraba el árbol genealógico de la familia y los secretos mejor guardados. Se sorprendía ante pequeños detalles. Un día, hubo una feria en lo que era el complejo Mansiche; estábamos mi viejo, mi mamá y yo; de pronto él se alejó, nosotros seguíamos recorriendo la feria, cuando de pronto apareció mi padre y le dijo que extendiera la palma de su mano a mi mamá y depositó en ella el librito de poemas de amor más pequeño de mundo (tú sabes, en esas ferias).  Y ella, lo vi nítidamente en su rostro y en esos ojos transparentes que jugaban con la inocencia de una niña, resplandeció en un gesto de asombro y sorpresa agradable, era como si le hubieran regalado una joya invaluable… ¡Qué felicidad eterna irradió! Sabes hermano, mi madre solía cantar, cantaba en las tardes, rasgaba la guitarra. Ojo, ella no sabía tocar, sólo se acompañaba, y eran unas canciones rancheras, o boleros como esa canción de ´Fumando espero, al hombre que yo quiero, tras los cristales de alegres ventanales...´, y yo la acompañaba con mi sombra de curiosidad”, recuerda Renato, con nostalgia y a voz quebrada.
Ahora nos ponemos a llorar, como dijo el poeta Eielson, “ante un vasto e inútil teléfono descolgado”. Lloramos de alegría, o de pena, ya que importa. Lloramos “para nuestros adentros”, como dicen en mi tierra. Y luego reímos del absurdo de la vida y queremos volver al útero, a sentir el calor profundo de la vida.
¿Rena, y que vas a escribir ahora?, pregunto. “Nada amigo, nada importante”, mientras empieza a declamar de memoria aquel poema de Vallejo: “Madre, voy mañana a Santiago, a mojarme en tu bendición y en tu llanto…”


FUMANDO ESPERO
Por: Renato Rodríguez García. (Ver original aquí)

Me dijo te voy a demostrar nada más una vez lo que fue tu madre
y se paró frente a mí, era una noche alumbrada por un foco nervioso
cerca a diciembre
cerca a navidad
me senté en una gradita que separa el lobby de la sala
como de costumbre
cuando en largas horas de conversación lo hacíamos
esperé paciente torturado por tu magnánimo magnetismo
tus manos por el aire revoloteaban al compás de tu voz aguda
recitabas poseída por una fuerza indescriptible
el oprobio de la pobreza de tu lírica garganta emergía
cual sable de Atila laceraba la llaga hirsuta de un corazón joven
iluso coleccionista de tardes de inocente creyente de la igualdad humana
madre hipnotizado por el arte desbordante de tu ser
recorrió por mi pasmado cuerpo inerte tu vitalidad
mi piel envejecida que palpita día y noche aquel mágico instante
en que escuchó lo que me habían recitado miles de voces
tu arte mamá
simple e incomprensible
que se llevó el último resquicio de bondad de mi ser
me clavaste esa mirada bondadosa casi piadosa
y me susurraste sabía mujer
...."para que conozcas quien fue tu madre"...
ahora sonrío orgulloso que valió la pena vivir para presenciar
lo que tú eres
la mujer increíble y maravillosa que me despertó una madrugada
preguntándome si tenía un cigarrito y una coca cola...

La bohemia de Trujillo: Renato Rodríguez, penúltimo
de izquierda  a derecha, junto a Nicolás Garay,
Pepe Lucho Chávez Linares y el autor de la nota,
durante sus años de estudiantes en el Colegio Claretiano.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Archivo Histórico San Francisco de Lima difunde sus investigaciones sobre el Perú



Por Nivardo Córdova Salinas / nivardo.cordova@gmail.com

Este artículo fue publicado en la página cultural del diario El Peruano el pasado 13 de mayo de 2013 con el título "Padres franciscanos cumplen gran labor en favor de la cultura peruana"
Con dicha publicación, obtuve el segundo puesto en el Concurso Nacional de Periodismo "Premio Cardenal Juan Landázuri Ricketts" - 2013, convocado por la Conferencia Episcopal Peruana y la Comisión Episcopal Iglesia en Dialogo.
 

Encomiable labor religiosa y cultural del director del Archivo San Francisco de Lima, 
Fr. Abel Pacheco Sánchez OFM , de la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú.

“Desde la llegada al Perú de los primeros frailes francisanos en el siglo XVI, la orden franciscana ha estado presente no solo en la religiosidad sino también en la cultura y el arte del Perú”, expresó alguna vez el historiador peruano José Agustín de la Puente. Así lo demuestran las publicaciones en papel y ediciones digitales en Internet del Archivo Histórico San Francisco de Lima y Prensa Franciscana del Perú, ambas entidades dirigidas por Fr. Abel Pacheco Sánchez, de la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú.
La edición digital del Boletín N° 38 del Archivo Histórico San Francisco de Lima se puede descargar en Internet (http://bit.ly/ZKB0ud). Este boletín, que empezó en la década del noventa, en hojas impresas a miméografo, por empeño de la fallecida archivera Ana María Vega, hoy se difunde a nivel nacional e internacional con investigaciones y artículos relacionados al franciscanismo y la historia peruana, entre los que destacan aportes del historiador Cayetano Villavicencio Wenner y el auxiliar del Archivo Jorge Román Tasayco.

Es interesante el informe sobre Mons. Federico Richter Fernández Prada OFM (Huanta, 1922-Lima, 2011), quien además de sacerdote y Obispo Emérito de Ayacucho fue un acucioso investigador de la historia del Perú, en especial de los orígenes y labor de la Orden de los Frailes Menores desde la época Virreinal. Mons, Richter fundó el Instituto de Estudios Histórico Franciscanos del Perú.

Asimismo, la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú acaba de publicar el “Esquematismo” (Schematismus, versio MMXI. Provincia Duodecim Apostolorum in Peruvia. Ordinis Fratrum Minorum. Limae, Peruvia), libro de 498 páginas que resume  el statu quo de la
provincia, desde su fundación en 1533 hasta la fecha. Esta es considerada como la “madre de todas las provincias franciscanas en América del Sur”.
Desde el año de 1942, es decir hace siete décadas, la provincia no había editado un libro que resuma toda su historia. El anterior volumen esquemático de la Provincia fue editado en el provincialato del recordado P. Fr. Manuel Jesús del Carpio Salinas en 1942.


VIDA DE SAN FRANCISCO SOLANO

De otro lado, se editó (en papel y en “libro virtual”) el libro “Vida de San Francisco Solano” de Fr. Emilio Carpio Ponce OFM (http://bit.ly/rhBEzZ), en homenaje a los 400 años del fallecimiento del santo andaluz, cuyos restos reposan en el Convento de San Francisco de Lima. El santo evangelizó y predicó en quechua y recorrió a pie el Perú. Fue el primer guardián del Convento de Los Descalzos.

Hay un libro que no se puede soslayar: “Poemas franciscanos de Fr. Luis Valle Goicochea OFM”, de Fr. Abel Pacheco OFM y Nivardo Córdova Salinas. Este libro digital (http://bit.ly/nggyV2), culminado en 2010, es una investigación sobre el poeta, novelista y periodista liberteño Luis
Valle Goicochea. Aquí se dan a luz poemas que –hasta esta fecha- eran desconocidos por la crítica y que el autor de “Canciones de Rinono y Papagil” escribió en el claustro franciscano en la década del 40. Este libro, es un aporte a la literatura peruana, pero rescata la espiritualidad y humildad de Valle Goicochea, bardo que es ya considerado dentro de los grandes exponentes de la literatura peruana, al margen de la tragedia de su vida.
Otro de los libros salidos de este crisol de espiritual es “José Mojica: vida, arte y espíritu”, de Ernesto Arauco Travezán, dedicado a trazar el itinerario vital del gran cantante lírico, tenor, actor de cine y televisión, estrella de Hollywood, que dejó los brillos de la fama para venir al Perú y convertirse en sacerdote franciscano. Además hay dos obras que pronto irán a la imprenta: “Meditaciones franciscanas” de Fr. Alejandro Palacios OFM y el poemario “Sentimientos” de Fr. Alberto Lobatón Penny OFM (Callao 1919- 2001), cuya poesía oscila entre el misticismo y el existencialismo. 


(*) Después de que el obispo auxiliar de Lima, monseñor Raúl Chao, me entregó este diploma pronuncié estas palabras: "Citando a San Josemaría Escrivá de Balaguer, debo recordar que cuando percibo los aplausos del triunfo, debo escuchar también las risas que he provocado con mis fracasos y mis caídas ... Dedico este segundo lugar en el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2013 (diploma de honor) a mi querida hija Aurora Mariajosé Córdova Guevara y a toda mi familia. De manera especial, lo comparto con las personas que están sufriendo injustamente en las cárceles y también en los hospitales, rogando a Dios que pueda aliviar su dolor. Y de manera muy especial, lo dedico también a Fr. Abel Pacheco Sánchez, director del Archivo Histórico San Francisco de Lima, y a la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú, donde encontré la oportunidad de tener una nueva vida..."

lunes, 23 de septiembre de 2013

La maravillosa historia de Fr. José de Guadalupe Mojica

Cliquear aquí para ver la versión impresa de este reportaje en el diario La Industria (Trujillo)

Portada del libro escrito por Ernesto Arauco Travezán
quien fue sacerdote franciscano y además fue su pianista.

Por Nivardo Córdova Salinas

Fue un notable cantante lírico y tenor de ópera, intérprete de boleros y destacado actor y galán cinematográfico en Hollywood, México y Buenos Aires. Sin embargo, cuando estaba en la cúspide de su carrera artística decide abandonar los brillos y oropeles de la fama para seguir a Cristo al estilo de San Francisco de Asís y  decide enclaustrarse en un convento para volverse fraile y ser  luego ser sacerdote franciscano en el Perú. Esta es la historia del artista José Mojica, quien ha pasado a la historia religiosa universal como Fray José Francisco de Guadalupe Mojica OFM, un mexicano universal que unió su vida en un largo abrazo con los peruanos.

Portada del libro "Mojica, religioso y sacerdote"
de Mons. Federico Richter OFM.

Fray José Francisco de Guadalupe Mojica José Mojica (San Gabriel de Jalisco, 14 de septiembre de 1896 – Lima, 20 de septiembre de 1974) es un personaje de aquellos que dejan una huella imperecedera, en su caso, no sólo en el arte sino también en la espiritualidad. La peripecia vital de su existencia está signada por la búsqueda incesante del misterio de la vida, que solamente encontró en su comunión con Dios.
Quien lee su libro autobiográfico “Yo pecador” (1958) es, parafraseando al poeta estadounidense Walt Whitman, “como tocar no un libro sino un hombre”. Y es que el testimonio personal de Fr. José Mojica, nos conmueve, tanto como lo que narra uno de sus biógrafos: Fr. Ernesto Arauco Travezán (religioso y compositor huancaíno que además fue su pianista en giras por más de veinte países).
El padre Mojica ha pasado a la historia como una de las conversiones más luminosas, quizás comparable a la de Saulo de Tarso, quien tras ser perseguidor de cristianos sintió el aguijón de la fe. Mojica, dotado de un talento innato para el “bel canto” fue un artista de renombre en su época -de lo cual dan fe las decenas de grabaciones fonográficas par la RCA Víctor (auspiciado por el mismísimo Toman Edison), su pasó por las más célebres auditorios operísticos con el aval de figuras de la ópera como Mary Garden y el tenor Caruso y las películas que dejó. Pero ¿qué motivación tuvo?
En la carta que escribe el 10 de septiembre de 1941 al padre superior del Convento de la Recoleta del Cusco, Fr. José Núñez del Prado, para solicitar ser aceptado como fraile franciscano encontramos las claves de su conversión: “No hay nada que me detenga en el mundo, ninguna liga que me ate a él. Soy solo y ardientemente deseo ofrecer a los demás lo que el Señor me conceda de vida. No  busco el refugio del Monasterio bajo ninguna emoción dolorosa o desesperada, ni creo que se trate de un vértigo religioso (…) No tengo decepciones artísticas, pues me encuentro en la plenitud de mis facultades y, si quisiera, podría obtener contratos ventajosísimos por un período de tiempo todavía largo. Tampoco sufro decepciones humanas, pues me aman mis parientes y -perdone usted la vanidad- también soy amado por una legión de admiradores que se multiplica por cada una de mis películas y de mis actuaciones en la radio y en el teatro. Nada me falta para seguir en el mundo y en mi profesión (…) pero hay una Voz que me habla de otra vida que he entrevisto y deseado siempre. No creo equivocarme al manifestar que tengo vocación para ella, y confío en el Señor, y en su gracias que me permitirá vivir esa nueva vida para servirle y, por Él, a todos los hombres”

***

José Mojica nació, en el seno de un modesto hogar en el pueblo de San Gabriel (Jalisco), en 1896, y siempre recordó este período en medio de un ambiente campestre e idílico junto a su madre, doña Virginia. El pequeño José no conoció a su padre -quien murió tempranamente-, lo cual unido con el fallecimiento de su hermano menor marcaron trágicamente su infancia. Su mamá, maltratada y golpeada por la vida tuvo que vérselas sola para sacar adelante al pequeño José, incluso en medio de las más severas privaciones económicas, que incluyeron vender la casa natal para trasladarse a la Ciudad de México a inicios del siglo XX, posiblemente en 1902.
En México estudia en el colegio Saint Marie y posteriormente en la Escuela Elemental N° 3 y finalmente en el Colegio de San Ildefonso. Desde esa época descubre sus dotes para el canto lírico y se matricula en el Conservatorio Nacional de Música bajo la batuta del maestro José Pierson, uno de los descubridores del cantante Pedro Vargas. Debuta como cantante en el Teatro Ideal y después participa en la obra “El barbero de Sevilla” el 5 de octubre de 1916 en el Teatro Arbeu (hoy Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada).
Pero Mojica quiere llegar más lejos y decide viajar a Nueva York ese mismo año 1916 con la esperanza de buscar audiciones musicales para demostrar su arte y también, con sus ahorros, asistir al Metropolitan Opera House de Nueva York para ver en vivo al tenor Caruso, considerado el mejor tenor de la historia. Lo vio y escuchó interpretando el “Rigoleto” de Verdi y quedó extasiado. Pero el dinero ya escaseaba. En la “Gran manzana” la vida es durísima y especialmente porque todavía los mexicanos y latinos eran vistos con recelo.
Su primer empleo fue de lavaplatos en el restaurante de un hotel con un sueldo de 12 dólares a la semana más la comida. Para aliviar la tarea se dedicaba a cantar mientras lavaba la fina vajilla. Fue allí que alguien lo escuchó y lo llevaron donde la esposa del gerente, la Sra. Blackman, conocedora del bel canto, quien al escucharlo inmediatamente ordenó que le den un trabajo más liviano, solo por medio tiempo y a 15 dólares semanales. Además la dama se comprometió a darle clases particulares de canto, con la promesa de conseguirle un contrato operístico.
Hay una anécdota significativa en Nueva York, donde en 1926 conoció a la poetisa María Joaquina de la Portilla Torres, más conocida como María Grever. Mojica grabó un tema que catapultó a la fama a María Grever como compositora y que es un clásico de la música popular: "Júrame"
La rueda de la fortuna había comenzado a girar. Un día se encontró con el tenor ruso Miguel Silgado, que cantaba en México y estaba formando una gran compañía mexicana con figuras de renombre. Mojica no lo dudó y retornó a México. Un día llegó el tenor Caruso y le organizaron un recital-audición con las mejores figuras. Dicen que cuando Caruso escuchó a Mojica interpretando la cavatina de Fausto se le iluminó el rostro y haciéndole señas lo invitó a acercarse a su palco. Fue uno de esos encuentros trascendentales. Caruso lo invitó a cenar y se hicieron amigos, a punto de que Caruso llegó a ser su principal mentor y lo recomendó para que lo contraten en la Chicago Opera Company.
 “Ningún artista me mostró la fraternidad de Caruso”, escribió Mojica en su autobiografía.
En Chicago, Mojica salta a la fama. Tomando al pie de la letra las recomendaciones de Caruso empezó a estudiar inglés, francés e italiano además de equitación, danza y atletismo. Es histórico su debut en el Metropolitan Opera House. al lado de la famosísima soprano escocesa Mary Garden, que era directora de la Compañía de Ópera de Chicago, en la obra “Pelléas et Mélisande” de Claude Debussy.
Lo que vendría después parece tomado de una película. Durante su estancia en la Chicago Opera Company graba discos de opera y canciones tradicionales mexicanas con el sello RCA Víctor. El siguiente paso: Hollywood, la meca del cine, donde debutó en el filme de James Tinling, "One Mad Kiss" (1930). Graba un sinnúmero de películas. Mojica es el ídolo del momento y el compositor cubano Ernesto Lecuona, lo convence para actuar y cantar en la película "La Cruz y la Espada" (1934) y luego da conciertos en La Habana donde popularizó "Canto Siboney", "Siempre en mi corazón" y la romanza "María La O", que se inmortalizaron en grabaciones para la RCA Víctor.

***

Su talento y fama se tradujo en jugosos contratos, lo cual le permitió comprar la Antigua Villa Santa Mónica en San Miguel de Allende (Guanajuato) para regalársela a su madre, cumpliendo la promesa de sacarla de la pobreza. Ella vivió en la mansión desde 1930 hasta su muerte en 1940.
La muerte de su madre motivó en él una tristeza profunda, al punto de que empieza a cuestionarse a sí mismo su vida “de fama y renombre”. Eso lo motiva a decidir un cambio radical en su vida: dejar la vida artística y dedicar su vida a Dios, que Mojica ha confesado fue motivado por una aparición de Santa Teresita de Jesús. Mojica se deshizo de su fortuna y propiedades y en 1942 ingresa Convento de la Recoleta del Cuzco en Perú adoptando el nombre de Fray José Francisco de Guadalupe Mojica. Luego se ordenó como sacerdote en 1947 en la Basílica Menor de San Francisco de Jesús El Grande de Lima.
Cabe señalar que el compositor Agustín Lara, al enterarse de su decisión de vestir el hábito y la sandalia franciscanos le dedica el hermoso bolero: “Solamente una vez”.
Un dato a resaltar es que en el seminario cusqueño Mojica estudió con otros personajes memorables como el poeta liberteño Luis Valle Goicochea y Monseñor Federico Richter-Fernández Prada. Junto con ellos y otros seminaristas, agrupados en la autodenominada Academia Scoto editaron la revista “Ensayos”, cuyos ejemplares se conservan en el Archivo Histórico San Francisco de Lima, dirigido por Fr. Abel Pacheco Sánchez OFM, quien ha dicho lo siguiente: “El padre Mojica era una persona excepcional, dotado de un sentido profundo de la fe y de la alegría franciscana de vivir. Nos dejó un gran ejemplo de trabajo espiritual, como auténtico hermano franciscano”.
Es importante señalar que si bien Mojica llegó a ser sacerdote, el arte del canto y también las artes plásticas lo acompañaron siempre, a punto de que él ha realizado una serie de obras artísticas en el Seminario de Arequipa -cuyos fondos para su construcción él ayudo a recaudar- dedicadas a la Virgen María así como la ilustración de la vida de San Francisco Solano. Como cantante, son recordadas sus giras en todo el Perú para despertar vocaciones franciscanas. En 1958 decide escribir su libro autobiográfico "Yo pecador", que luego sirvió de argumento para el guión de una película del mismo nombre. En 1966, también en la temática religiosa y franciscana, filmó “Seguiré tus pasos”, con Libertad Lamarque.
Como sacerdote, Mojica se entregó totalmente a la evangelización, a rescatar almas y también a dar su mano generosa a los indigentes de Lima. Todavía hoy, a casi cuarenta años de su fallecimiento, en zonas como Barrios Altos y el Rímac lo recuerdan con mucho cariño como “Padrecito Mojica”.
En 1974 falleció en la ciudad de Lima. Como acertadamente escribió Fr. Ernesto Arauco en su libro “José Mojica: mundo, arte espíritu”: “Fue un pregón de paz y bien. No quiso poner a su vida puertas ni madrigueras ni torres; en todo caso, puentes... Su arte lo encumbró; pero jamás perdió la sencillez. Su sacerdocio lo elevó (…)  mientras los pañuelos blancos le decían su último adiós, y sus restos, abriendo una cuenta de cien años, eran transportados a las catacumbas de la Basílica de San Francisco, su testimonio se iba quedando entre nosotros, ´como el agua que siempre se queda y siempre se está yendo´... Y él, con una tesis profunda: la de su vida, se había doctorado para el Más Allá”.



FILMOGRAFÍA DE JOSÉ MOJICA


En Hollywood:
“One mad kiss” (Un beso loco) (1930)
“When love laughs” (Cuando el amor ríe, 1931)
“Hay que casar al príncipe” (1931)
 “Law of the harem” (La ley del harem, 1931)
 “Mi último amor” (1931)
 “El caballero de la noche” (1932)
 “El precio de un beso” (1933)
 “The king of gypsies” (El rey de los gitanos, 1933)
 “Melodía prohibida” (1933)
 “La cruz y la espada” (1934)
 “Un capitán de cosacos” (1934)
 “Love Frontiers” (Las fronteras del amor, 1934)

En México:
“El Capitán aventurero” -basado en la pieza de Manuel Penella "Don Gil de Alcalá" (1938)
“La canción del milagro” (1940)
“El Pórtico de la gloria” (1953), como Fray José de Guadalupe Mojica.
“Yo pecador”(1959), con Sara García, Pedro Armendáriz y Libertad Lamarque.
 “Seguiré tus pasos” (1966), con Juliancito Bravo.

En Argentina

“Melodías de América” (1941)

En Perú: Obra teatral "La Perricholi", en la década del 70, pero que fue censurada por el gobierno militar por que consideraban que era una exaltación del Virreinato y a los conquistadores, según información del P. Carlos Montesinos OFM,
Fr. José de Guadalupe Mojica (al centro, de pie) en una foto histórica en el seminario franciscano del Convento de La Recoleta, en el Cusco. En la foto aparece el poeta Luis Valle Goicochea (a su lado) y también Mons. Federico Richter y Fr. Ernesto Arauco (Foto: Archivo San Francisco de Lima)