EL MAR DEL QUE QUISIMOS OLVIDARNOS ya no existe, por eso en vano su memoria de oleaje, húmeda su espuma que el olvido destierra, seguro que duerme, no ha venido aún pero ya conversa, ayer respiraba intranquilo, como buscando su aire desigual, casi al borde del acantilado, miraba los barcos en lejana corriente, los veía venir con ojos ciegos, pero ya se despierta cuando humean las fábricas, despide olores nauseabundos, y destila belleza por los cuatro costados, el mar de la canción es una frase apenas un largo silencio, nos quedamos con el maretazo entre los pies, y hallamos en los bordes la moneda falsa, arando desiguales surcos entre un oleaje y un paseo, al centro la ofrenda marchita, el auto se desplaza hasta la playa, retorna triste y feliz sin pasajeros, sólo uno que va entre las horas, entre las avenidas de agua, en medio de los pesares, por delante de todos los anhelos, es el estigma del sueño, bostezo animal, década sin horarios, crepúsculo, cuando el mar retorne entre los vientos, viajero de la espuma y los itinerarios, ya vienen otros mares a buscarle, no es que se afanen en mojar la arena, sucede que a veces cuando las horas pasan, confines de bruma extienden sus brazos a lo largo del muelle, sucede que a destiempo soy el prisionero de las flores, me empecino en beber los cauces del deseo, no quiero más que soñar de madrugada, y quiero tener entre mis manos lo que ya no es...
(De "Poesía ínfima", Nivardo Córdova Salinas)
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