Por Nivardo Córdova Salinas
Fue un notable cantante lírico y tenor de ópera, intérprete
de boleros y destacado actor y galán cinematográfico en Hollywood, México y
Buenos Aires. Sin embargo, cuando estaba en la cúspide de su carrera artística
decide abandonar los brillos y oropeles de la fama para seguir a Cristo al
estilo de San Francisco de Asís y decide
enclaustrarse en un convento para volverse fraile y ser luego ser sacerdote franciscano en el Perú.
Esta es la historia del artista José Mojica, quien ha pasado a la historia
religiosa universal como Fray José Francisco de Guadalupe Mojica OFM, un
mexicano universal que unió su vida en un largo abrazo con los peruanos.
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Portada del libro "Mojica, religioso y sacerdote" de Mons. Federico Richter OFM. |
Fray
José Francisco de Guadalupe Mojica José Mojica (San Gabriel de Jalisco, 14 de
septiembre de 1896 – Lima, 20 de septiembre de 1974) es un personaje de
aquellos que dejan una huella imperecedera, en su caso, no sólo en el arte sino
también en la espiritualidad. La peripecia vital de su existencia está signada
por la búsqueda incesante del misterio de la vida, que solamente encontró en su
comunión con Dios.
Quien
lee su libro autobiográfico “Yo pecador” (1958) es, parafraseando al poeta
estadounidense Walt Whitman, “como tocar no un libro sino un hombre”. Y es que
el testimonio personal de Fr. José Mojica, nos conmueve, tanto como lo que
narra uno de sus biógrafos: Fr. Ernesto Arauco Travezán (religioso y compositor
huancaíno que además fue su pianista en giras por más de veinte países).
El
padre Mojica ha pasado a la historia como una de las conversiones más
luminosas, quizás comparable a la de Saulo de Tarso, quien tras ser perseguidor
de cristianos sintió el aguijón de la fe. Mojica, dotado de un talento innato
para el “bel canto” fue un artista de renombre en su época -de lo cual dan fe
las decenas de grabaciones fonográficas par la RCA Víctor (auspiciado por el
mismísimo Toman Edison), su pasó por las más célebres auditorios operísticos
con el aval de figuras de la ópera como Mary Garden y el tenor Caruso y las
películas que dejó. Pero ¿qué motivación tuvo?
En
la carta que escribe el 10 de septiembre de 1941 al padre superior del Convento
de la Recoleta del Cusco, Fr. José Núñez del Prado, para solicitar ser aceptado
como fraile franciscano encontramos las claves de su conversión: “No hay nada
que me detenga en el mundo, ninguna liga que me ate a él. Soy solo y ardientemente
deseo ofrecer a los demás lo que el Señor me conceda de vida. No busco el refugio del Monasterio bajo ninguna
emoción dolorosa o desesperada, ni creo que se trate de un vértigo religioso
(…) No tengo decepciones artísticas, pues me encuentro en la plenitud de mis
facultades y, si quisiera, podría obtener contratos ventajosísimos por un
período de tiempo todavía largo. Tampoco sufro decepciones humanas, pues me
aman mis parientes y -perdone usted la vanidad- también soy amado por una
legión de admiradores que se multiplica por cada una de mis películas y de mis
actuaciones en la radio y en el teatro. Nada me falta para seguir en el mundo y
en mi profesión (…) pero hay una Voz que me habla de otra vida que he
entrevisto y deseado siempre. No creo equivocarme al manifestar que tengo
vocación para ella, y confío en el Señor, y en su gracias que me permitirá
vivir esa nueva vida para servirle y, por Él, a todos los hombres”
***
José
Mojica nació, en el seno de un modesto hogar en el pueblo de San Gabriel (Jalisco),
en 1896, y siempre recordó este período en medio de un ambiente campestre e
idílico junto a su madre, doña Virginia. El pequeño José no conoció a su padre
-quien murió tempranamente-, lo cual unido con el fallecimiento de su hermano
menor marcaron trágicamente su infancia. Su mamá, maltratada y golpeada por la
vida tuvo que vérselas sola para sacar adelante al pequeño José, incluso en
medio de las más severas privaciones económicas, que incluyeron vender la casa
natal para trasladarse a la Ciudad de México a inicios del siglo XX,
posiblemente en 1902.
En
México estudia en el colegio Saint Marie y posteriormente en la Escuela
Elemental N° 3 y finalmente en el Colegio de San Ildefonso. Desde esa época
descubre sus dotes para el canto lírico y se matricula en el Conservatorio
Nacional de Música bajo la batuta del maestro José Pierson, uno de los
descubridores del cantante Pedro Vargas. Debuta como cantante en el Teatro
Ideal y después participa en la obra “El barbero de Sevilla” el 5 de octubre de
1916 en el Teatro Arbeu (hoy Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada).
Pero
Mojica quiere llegar más lejos y decide viajar a Nueva York ese mismo año 1916
con la esperanza de buscar audiciones musicales para demostrar su arte y
también, con sus ahorros, asistir al Metropolitan Opera House de Nueva York
para ver en vivo al tenor Caruso, considerado el mejor tenor de la historia. Lo
vio y escuchó interpretando el “Rigoleto” de Verdi y quedó extasiado. Pero el
dinero ya escaseaba. En la “Gran manzana” la vida es durísima y especialmente
porque todavía los mexicanos y latinos eran vistos con recelo.
Su
primer empleo fue de lavaplatos en el restaurante de un hotel con un sueldo de
12 dólares a la semana más la comida. Para aliviar la tarea se dedicaba a
cantar mientras lavaba la fina vajilla. Fue allí que alguien lo escuchó y lo
llevaron donde la esposa del gerente, la Sra. Blackman, conocedora del bel
canto, quien al escucharlo inmediatamente ordenó que le den un trabajo más
liviano, solo por medio tiempo y a 15 dólares semanales. Además la dama se
comprometió a darle clases particulares de canto, con la promesa de conseguirle
un contrato operístico.
Hay
una anécdota significativa en Nueva York, donde en 1926 conoció a la poetisa
María Joaquina de la Portilla Torres, más conocida como María Grever. Mojica
grabó un tema que catapultó a la fama a María Grever como compositora y que es
un clásico de la música popular: "Júrame"
La
rueda de la fortuna había comenzado a girar. Un día se encontró con el tenor
ruso Miguel Silgado, que cantaba en México y estaba formando una gran compañía
mexicana con figuras de renombre. Mojica no lo dudó y retornó a México. Un día
llegó el tenor Caruso y le organizaron un recital-audición con las mejores
figuras. Dicen que cuando Caruso escuchó a Mojica interpretando la cavatina de
Fausto se le iluminó el rostro y haciéndole señas lo invitó a acercarse a su
palco. Fue uno de esos encuentros trascendentales. Caruso lo invitó a cenar y
se hicieron amigos, a punto de que Caruso llegó a ser su principal mentor y lo
recomendó para que lo contraten en la Chicago Opera Company.
“Ningún artista me mostró la fraternidad de
Caruso”, escribió Mojica en su autobiografía.
En
Chicago, Mojica salta a la fama. Tomando al pie de la letra las recomendaciones
de Caruso empezó a estudiar inglés, francés e italiano además de equitación,
danza y atletismo. Es histórico su debut en el Metropolitan Opera House. al
lado de la famosísima soprano escocesa Mary Garden, que era directora de la
Compañía de Ópera de Chicago, en la obra “Pelléas et Mélisande” de Claude
Debussy.
Lo
que vendría después parece tomado de una película. Durante su estancia en la
Chicago Opera Company graba discos de opera y canciones tradicionales mexicanas
con el sello RCA Víctor. El siguiente paso: Hollywood, la meca del cine, donde
debutó en el filme de James Tinling, "One Mad Kiss" (1930). Graba un
sinnúmero de películas. Mojica es el ídolo del momento y el compositor cubano
Ernesto Lecuona, lo convence para actuar y cantar en la película "La Cruz
y la Espada" (1934) y luego da conciertos en La Habana donde popularizó
"Canto Siboney", "Siempre en mi corazón" y la romanza
"María La O", que se inmortalizaron en grabaciones para la RCA
Víctor.
***
Su
talento y fama se tradujo en jugosos contratos, lo cual le permitió comprar la
Antigua Villa Santa Mónica en San Miguel de Allende (Guanajuato) para
regalársela a su madre, cumpliendo la promesa de sacarla de la pobreza. Ella
vivió en la mansión desde 1930 hasta su muerte en 1940.
La
muerte de su madre motivó en él una tristeza profunda, al punto de que empieza
a cuestionarse a sí mismo su vida “de fama y renombre”. Eso lo motiva a decidir
un cambio radical en su vida: dejar la vida artística y dedicar su vida a Dios,
que Mojica ha confesado fue motivado por una aparición de Santa Teresita de
Jesús. Mojica se deshizo de su fortuna y propiedades y en 1942 ingresa Convento
de la Recoleta del Cuzco en Perú adoptando el nombre de Fray José Francisco de
Guadalupe Mojica. Luego se ordenó como sacerdote en 1947 en la Basílica Menor
de San Francisco de Jesús El Grande de Lima.
Cabe
señalar que el compositor Agustín Lara, al enterarse de su decisión de vestir
el hábito y la sandalia franciscanos le dedica el hermoso bolero: “Solamente
una vez”.
Un
dato a resaltar es que en el seminario cusqueño Mojica estudió con otros
personajes memorables como el poeta liberteño Luis Valle Goicochea y Monseñor
Federico Richter-Fernández Prada. Junto con ellos y otros seminaristas,
agrupados en la autodenominada Academia Scoto editaron la revista “Ensayos”,
cuyos ejemplares se conservan en el Archivo Histórico San Francisco de Lima,
dirigido por Fr. Abel Pacheco Sánchez OFM, quien ha dicho lo siguiente: “El
padre Mojica era una persona excepcional, dotado de un sentido profundo de la
fe y de la alegría franciscana de vivir. Nos dejó un gran ejemplo de trabajo
espiritual, como auténtico hermano franciscano”.
Es
importante señalar que si bien Mojica llegó a ser sacerdote, el arte del canto
y también las artes plásticas lo acompañaron siempre, a punto de que él ha
realizado una serie de obras artísticas en el Seminario de Arequipa -cuyos
fondos para su construcción él ayudo a recaudar- dedicadas a la Virgen María
así como la ilustración de la vida de San Francisco Solano. Como cantante, son
recordadas sus giras en todo el Perú para despertar vocaciones franciscanas. En
1958 decide escribir su libro autobiográfico "Yo pecador", que luego
sirvió de argumento para el guión de una película del mismo nombre. En 1966,
también en la temática religiosa y franciscana, filmó “Seguiré tus pasos”, con
Libertad Lamarque.
Como
sacerdote, Mojica se entregó totalmente a la evangelización, a rescatar almas y
también a dar su mano generosa a los indigentes de Lima. Todavía hoy, a casi
cuarenta años de su fallecimiento, en zonas como Barrios Altos y el Rímac lo
recuerdan con mucho cariño como “Padrecito Mojica”.
En
1974 falleció en la ciudad de Lima. Como acertadamente escribió Fr. Ernesto
Arauco en su libro “José Mojica: mundo, arte espíritu”: “Fue un pregón de paz y
bien. No quiso poner a su vida puertas ni madrigueras ni torres; en todo caso,
puentes... Su arte lo encumbró; pero jamás perdió la sencillez. Su sacerdocio
lo elevó (…) mientras los pañuelos
blancos le decían su último adiós, y sus restos, abriendo una cuenta de cien
años, eran transportados a las catacumbas de la Basílica de San Francisco, su
testimonio se iba quedando entre nosotros, ´como el agua que siempre se queda y
siempre se está yendo´... Y él, con una tesis profunda: la de su vida, se había
doctorado para el Más Allá”.
FILMOGRAFÍA
DE JOSÉ MOJICA
En
Hollywood:
“One
mad kiss” (Un beso loco) (1930)
“When
love laughs” (Cuando el amor ríe, 1931)
“Hay
que casar al príncipe” (1931)
“Law of the harem” (La ley del harem, 1931)
“Mi último amor” (1931)
“El caballero de la noche” (1932)
“El precio de un beso” (1933)
“The king of gypsies” (El rey de los gitanos,
1933)
“Melodía prohibida” (1933)
“La cruz y la espada” (1934)
“Un capitán de cosacos” (1934)
“Love Frontiers” (Las fronteras del amor,
1934)
En
México:
“El
Capitán aventurero” -basado en la pieza de Manuel Penella "Don Gil de
Alcalá" (1938)
“La
canción del milagro” (1940)
“El
Pórtico de la gloria” (1953), como Fray José de Guadalupe Mojica.
“Yo
pecador”(1959), con Sara García, Pedro Armendáriz y Libertad Lamarque.
“Seguiré tus pasos” (1966), con Juliancito
Bravo.
En
Argentina
“Melodías
de América” (1941)
En Perú: Obra teatral "La Perricholi", en la década del 70, pero que fue censurada por el gobierno militar por que consideraban que era una exaltación del Virreinato y a los conquistadores, según información del P. Carlos Montesinos OFM,
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Fr.
José de Guadalupe Mojica (al centro, de pie) en una foto histórica en el seminario franciscano del Convento de
La Recoleta, en el Cusco. En la foto aparece el poeta Luis Valle Goicochea (a su lado) y
también Mons. Federico Richter y Fr. Ernesto Arauco (Foto: Archivo San
Francisco de Lima)
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