"Retrato del pintor Víctor Humareda" por Luis José Estremadoyro (artrenewal.org) |
Lima, nov. 21 (ANDINA). Hace 25 años, el 21 de noviembre de 1986, falleció el maestro del expresionismo peruano Víctor Humareda, considerado uno de los cinco grandes de la pintura nacional.
Fue un Peter Pan que vivió 66 años. De cabellos alborotados y cuerpo breve. De carcajada ostentosa y rostro sudoroso. De boca bembona y caminar chaplinesco. Se llamaba Víctor Humareda Gallegos y nunca dejó de ser un niño genio.
Fue un Peter Pan que vivió 66 años. De cabellos alborotados y cuerpo breve. De carcajada ostentosa y rostro sudoroso. De boca bembona y caminar chaplinesco. Se llamaba Víctor Humareda Gallegos y nunca dejó de ser un niño genio.
Como el héroe del país del Nunca Jamás, el pintor nacido en Lampa, Puno, evadía responder cuántos años tenía. Le aterraban por igual la muerte, no pagar el día de su hotel o que lo busquen para cobrarle impuestos. Un mal chiste sabiendo que sobrevivía, que se prestó a que lo exploten por necesidad, malbarateando sus cuadros.
Humareda enjuagaba en botellas de aguarrás reciclado los pinceles con los que daba estocadas al yute para inmortalizar sus musas bajofondinas y sus arlequines tristes.
Así fue feliz, pero se especula que el cáncer venció sus cuerdas vocales por inhalar durante décadas en ese cuarto sin ventilación los químicos de las pinturas.
Piscis melancólico y solitario, había nacido artista el 6 de marzo de 1920. Moraba cual Cuasimodo en una habitación del rimbombante Lima, un hotel de La Parada (hoy galería de confecciones de ropa); que solo tenía una estrella: él. Y donde radicó por 32 años rodeado de los personajes goyescos de La Victoria.
Le llamaban loco, maestro, Víctor, Humareda y cholo, y él se carcajeaba. Era un abstemio que frecuentaba bares y restaurantes del Centro de Lima para tomar manzanilla, té con leche y chancay, aun en verano. En sus largos años más oscuros, se ofrecía para hacer retratos al paso en carboncillo.
Tenía nociones de la filosofía, dicen unos. Otros reconocen su apetito, sobre todo por la música, pintura y la política de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX (Humareda hizo una serie de dibujos sobre la muerte del político francés Jean-Paul Marat).
Los que lo conocieron coinciden en que a Humareda le gustaba llamar la atención.
Los que lo conocieron coinciden en que a Humareda le gustaba llamar la atención.
Posaba ante las cámaras, se ponía el sombrero bombín, bailaba tango con los ternos que dejaba "un amigo que ya se fue" (que compraba de remate en Tacora). Pero era también bondadoso, invitaba a los alumnos pobres y a sus amigos alguna manzanilla, para él, el licor de los dioses.
Y no es mentira que a este genio del expresionismo, por su facha, aunque andaba con saco y corbata, lo botaron del Haití de Miraflores, de una galería en Camino Real y otros más... Que lo juzgaban por sus ropas (seguimos iguales).
Nuestro Peter Pan todavía se ríe en esa foto que de emergencia se la pidieron al fotógrafo e investigador Herman Schwarz para su lápida. "Al eximio pintor Víctor Humareda Gallegos", dice. Yace en el número D47, en el cuarto piso del pabellón San Desiderio, sexta puerta del Presbítero Maestro.
Murió a las dos de la mañana del 21 de noviembre de 1986 en el segundo piso del Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas.
El BCR, propietario del último cuadro que hizo –La quinta Heeren–, pagó el entierro. También se hizo una colecta entre los galeristas que vendieron sus obras. Pocos respondieron.
Dicen que lo enterraron con su chalina roja. Hay más leyendas. Lo indudable es que Humareda fue un genio y ríe, jugando con su paleta multicolor, eternamente.
Siempre es un gusto volvernos a encontrar. Estuve buscando información sobre Juan José Lora Olivares porque quería complementar un artículo que años atrás publique en el diario Correo y me topé con tu blog...te invito a visitar el mío ojitove.blogspot.com...me enteré que tienes una niña y creo que es el mejor regalo que puedes tener...un abrazo...
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